Contra la
profesionalización.
A menudo se utiliza la palabra “profesional” para designar
al individuo que realiza su trabajo adecuadamente, incluyendo la
responsabilidad y los conocimientos de este.
Igualmente, se usa este concepto como medio de control,
plasmado como la vergüenza de quién no realiza su cargo bien… lo que hace que
los individuos se defiendan, acepten y realicen actos y actividades acordes a
ese poder subyacente que emerge del trabajo asalariado.
Al parecer se desata el pánico del hombre decente, quién no
sea profesional tendrá una gran carga encima. Vengo observando el orgullo que se desata con la defensa de la
profesionalidad y la violencia expulsada contra quién cuestione dicha posición.
Pero el ser buen profesional no es sólo realizar bien el
trabajo, es ser obediente, es aceptar unas condiciones, roles y normas, y todo el movimiento del proceso moderno.
Ser profesional es adentrarse en una actividad, conocerla,
investigarla, esto no tiene nada de malo. Excepto que existen dos clases de
actividad: la ociosa, la que te gusta; y la obligada, la alienante. Nadie se
especializa en ciertos tipos de cuestiones y si lo hacen, es por el rollo de
ascender, tener mejores condiciones, prestigio… ya que ciertos campos están
desprovistos de vocación.
Esta unión, reflejada en la mercantilización de toda
actividad, hace resultante que ciertas actividades de ocio posean grandes
beneficios y se expongan a través de los medios impregnando sus valores y
educando con su lógica del triunfo y esfuerzo.
Como no todos los individuos pueden vivir bajo un esfuerzo
ocioso, deben vender su fuerza de trabajo. A estos trabajadores, les intentan
inculcar el mismo sentido de
“responsabilidad” bajo carga
vergonzante a pesar de ser un trabajo no creativo, mecánico, rutinario,
y obligado para la supervivencia…controlando así toda la sociedad. Esta responsabilidad significa, aceptar su
bajo status convirtiéndolo en algo digno, en algo profesional del cual “sólo unos pocos valen”, al igual que las
condiciones laborales a las que están sometidos. Muy frecuentemente se oye a
los jefes, psicólogos y ciertos responsables, hablar de la importancia de tener
trabajadores que se sientan participes de su trabajo, intentando desechar
aquella vieja noción marxista que versa sobre la exteriorización que produce el
trabajo asalariado, el trabajo que, bajo sometimiento crea individuos ajenos a
lo producido, convertidos sólo en maquinas. Por eso, se pretende que posean el
control que no tienen. Y es que la sociedad tecno-industrial, es divisoria
por naturaleza.
Otro problema que surge es la incapacidad para hacer otras
labores y reunir otros saberes. Especializados en una cosa, o siendo
simplemente mediocres. Pierden toda posibilidad de otras tareas, pierden la
libertad concebida como “la capacidad para controlar nuestras vidas ”
fomentando una sociedad de consumo, dependiente, en la cual ya llevamos un ritmo incorporado, donde uno puede estudiar sólo a una cierta edad ( edad prevía al trabajo) o trabajar lo justo como para solo tener ganas de descansar un poco, o reunir fuerzas para estar con los amigos etc.
......
La cuestión es que aquí la solución no debe encontrarse
en términos de mercado, sino en nuevos formas y estilos de vida que extinguirán
ciertas actividades. Al igual que una persona autosuficiente no
necesitaría especializarse y producir a
gran escala un producto para venderlo o alquilarse a un patrón.
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