Con el dinero empezó el abuso y la absurdidad de las
sociedades modernas, donde casi cualquier actividad debía ser pagada, todas las
áreas serían profesionalizadas y mercantilizadas. Con este frio intercambio, de
quién vale y no vale, se empieza a establecer la creencia de que el dinero
ganado es merecido, y que si el dinero ganado es mucho es porque se está
triunfando en la vida y haciendo las cosas correctamente. De hecho, se obtiene una
merecida posición social y
consiguiente subsistencia.
También se establece
la noción de la división y especialización del trabajo siempre dentro del
individualismo y de las normas del mercado. Aparecen, en
consecuencia, miles de puestos y burocracias, que no sirven para nada más que
acelerar el proceso de la máquina y el dinero. Dinero que genera una sociedad injusta
per se, de trabajos y puestos de engranaje
necesarios para la subsistencia
individual y no para la comunidad, alejada de nosotros en el proceso actual.
El dinero sirve para
crear negocios absurdos (los gustos
y ventas, son los indicadores que da el consumidor) donde mafias legales o
ilegales puedan sobrevivir, y lo más
importante de todo configuren las relaciones materiales de una determinada
manera de vivir. Es decir, conseguir traspasar a otro cualquier “mercancía,
servicio…” a cambio de dinero acumulable, en el que raciocinio y la puesta de
acción en común de los individuos quedé desechada, ya que una vez entrado el
dinero en masa en todas las facetas de la vida, suelen aparecer otro tipo de
hábitats urbanos y masificados, en los que “canjear” ese dinero (es decir una
sociedad tecnoidustrial). En esas sociedades, por ejemplo, el éxito de algo glamuroso, puede
ser la puerta de entrada a un nuevo yacimiento de empleo y dinero que hará
prosperar la sociedad, cuando una sociedad sencilla simplemente no necesita de
esas técnicas tan separadas del humano, y están separadas porque están
lapidadas por el dinero, que es imprevisible y siempre condicionado.
Siempre la alimentación y las nociones básicas de los seres
humanos quedan desprovistas de nosotros mismos y delegadas a otros, sin saber
lo que nos puede venir. Todo lo dejamos a esa gran entidad que está por encima nuestra
y parece controlarlo todo y que algunos llamamos: la megamaquina. Mientras los
demás sobreviven como pueden, creyéndose muy importantes por dar clases de
cualquier tontería; o vendiendo perros de raza al mejor postor; cualquier actividad es válida si genera
dinero. Mientras, por ejemplo, seguimos consumiendo
gasolina y gas para calentarnos en lugar de usar nuestro entorno natural (porque
tiene ligeras desventajas) y a la vez conseguimos derivar miles de puestos de
trabajo a las tecnologías que se introducen en el mercado y nos dominan. Esto
se hace incuestionable en nuestras sociedades sin autonomía. Con mucha
titulitis y mucho sálvese quien pueda.
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